Indago la soledad desde las nuevas tecnologías, desde una forma
nueva de decir aquí estoy, desde la posibilidad de que alguien, no sabes quien,
desde Malasia, desde Argentina o desde Canadá te conteste y te haga un
comentario. "Me ha gustado, pienso como tú, si pero ...". Me paro y
pienso : ¿para qué hice la entrada?... para decir algo?, para saber que aún soy
capaz de llegar ?, para satisfacer mi ego con un comentario desde el fin del
mundo? . No lo sé muy bien; no sé por qué escribo, y mucho menos por qué lo
publico aquí o en la Red. ¿qué jodida pretensión me incita a desear que algo mío
lo lean en el Japón?. Estoy confuso y percibo de nuevo la soledad; pero en este
caso soledad global, soledad inmensa, soledad planetaria.
Ese poder novedoso que los jóvenes ya
acostumbrados a esto de la información global apenas perciben, se me
antoja a mí trascendente en la concepción del ser. Yo ya no soy yo, jubilado y
sumiso al mismo tiempo, en esta España del Sur. No, no, qué va: ahora soy un
poderoso escribidor que puede ser leído en la Patagonia o en Siberia al mismo
tiempo. Y también puedo ser un solitario absoluto aislado en la mayor de las
aglomeraciones posibles. Resulta que mi grito bloguero de "estoy
aquiiiiiiii" unas veces, al albur, lo responden cien respuestas en un día...
y tú tan contento; pero la entrada que tú crees mejor, pues eso: que no le
gusta a nadie. Y a ti, que te debía dar exactamente igual... pues no: te pones
tan contento si responden y te mosqueas si hay silencio.
Cosas raras estas ciertamente que anuncia
la figura probable nacida de un mañana no muy lejano: la figura del solitario cósmico.
Un yo aislado incluso de la respuesta del eco de cualquier montaña de por aquí.
Una pena de criatura, qué duda cabe.