jueves, 20 de diciembre de 2012

Las monjas de Santa Clara


Me duele la Navidad. Me duele la soledad y suscitar pena penita pena. Me duele el espíritu dulzón,  y las lucecitas, y el mazapán, y el Corte Ingles cantando villancicos. Yo estoy bien, con gripe pero bien. Esta noche al  apagar la chimenea he quemado una hoja del Mundo; no me crean trágico: he quemado una hoja del el Mundo que andaba por aquí. Ahora vas a arder, le dije y… ardió; ardió de golpe, como si fuera gasolina incendiaria; luego por las aristas de cada doblez  han recorrido velozmente su camino lucecitas minúsculas animadas por el aire . Ascuas insignificantes, me dije; como monjas, monjas, novicias…he pensado : palmatorias de novicias de un convento del S.XVI. Cada una corriendo a su celda por los pasillos tortuosos del convento, es decir: por los pliegues del papel. Al llegar, se abre la puerta, entra la novicia y apaga la palmatoria para desnudarse y que no la vea en cueros su angel de la guarda. ¡Pin!, y se apagó la lucecita. La superiora es la luz más persistente, más intrincada en su camino, mas observadora de las demás. Al apagarse la luz de la superiora se acaba el cuento y mi lumbre…
No estoy mal, digo, anuciando el festejo…están conmigo las monjitas del Convento de Santa Clara, como  canta Carlos Cano en el Spotify… Feliz Navidad, amigos míos. Que la ansiada paz del Misericordioso esté con todos vosotros, como lo están conmigo las monjitas de Santa Clara…

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